Punto de entrada y de salida para el viajero, que busca su vocación en la vida,
implícitamente en su andar recolecta información que la sociedad pinta, ¿y su lienzo? es la ciudad.
La ciudad como un magneto de cultura, polos atraen y repelen nuestro sentir y pensar, porque en la ciudad cualquiera busca un lugar.
Es una vela encendida en el territorio, luces que nos indican los asentamientos humanos, los lugares donde se intercambian conflictos y esperanzas. Aquellos trazos provocados por las pisadas del hombre nos indican la dirección de sus cuestionamientos sobre sus actividades cotidianas.
La ciudad como reto y control sobre la naturaleza, dialoga y discute con el paisaje, se vuelve poesía o música cuando afina sus sentidos, y propone un ojo clínico en donde sus muros puedan ver mas allá de las montañas. Eso es una ciudad.
Es un indicador de la transición del paisaje natural al artificial, lo niega o lo invita a pasar, alfombras verdes acogen nuestros pasos o sobre líneas de color se deslizan ruedas guiándonos a nuestro destino.
Pensar en ciudad, es sentirnos parte de un grupo, es el pretexto perfecto donde plasmar nuestras obsesiones y virtudes, porque es sensato buscar una trascendencia en esta tierra, y la ciudad se atraviesa como intermediario.
El pirata en busca de tesoros, provoca una guerra continua para el que consiga más de este artefacto complejo y compuesto de muchos objetos. También esto es ciudad.
La ciudad como símbolo y cuna de ideas, persiguiendo la felicidad en sus calles y plazas, el hombre habita su casa, esperando nada o mucho de su ciudad, pero se encuentra ahí, porque también es su casa.
Eduardo Audirac Flores
1 comentario:
te inspiraste.. y te fumaste una buena mota
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